Día Mundial del Patrimonio Hidráulico
Hoy es el Día Mundial del Patrimonio Hidráulico, un legado humilde si se quiere (patrimonio menor lo llaman algunos) pero fundamental para entender la historia. Porque nuestro pasado, el de la inmensa mayor parte de los ciudadanos, no es el mismo que el de reyes, condes o burgueses ricos del que se ocupan los historiadores. Casi todos descendemos de personas humildes, de gentes que iban a moler al molino, llevaban a sus casas el agua desde las fuentes, o lavaban en ese club social de las mujeres pobres que eran los lavaderos. Este enorme patrimonio está formado también por humildes balsas o por enormes presas, por salinas, ferrerías, pozos, norias y batanes, por fábricas de hilados y de papel, al que hay que añadir un patrimonio mueble desconocido, ya que -por lo general- las enseñanzas regladas no estudian apenas otras cosas que las consideradas artísticas, marginando sistemáticamente la historia de la ciencia y muy especialmente de la técnica, salvo en algunas ingenierías y como algo casi anecdótico. Hoy debería ser el día en que conmemoremos la existencia de un patrimonio sin igual, no sólo por la importancia que tiene y ha tenido, sino porque muy a menudo muere sin que lo hayamos conocido. Y es que hay un concepto de progreso que destruye los vestigios del pasado como algo a olvidar, cuando precisamente debería ser el símbolo evidente del progreso, un referente que nos muestre el camino seguido sin avergonzarnos de nuestro pasado, porque ser pobre no es vergonzoso, sino la pobreza en un mundo de ricos, y eso sirve tanto para las personas como para los patrimonios. Un ejemplo excelente en Europa, lo hemos tenido en Portugal entre los días 7 y 11 de este mes de abril, cuando todos los molinos portugueses abrieron sus puertas para mostrar a sus visitantes los ingenios que durante dos milenios los han alimentado. El patrimonio hidráulico es el gran olvidado, a pesar de que quizá sea el más importante que existe en el planeta, y no creo que sea exageración decirlo. Los ciudadanos podemos vivir sin templos, sin palacios ni mausoleos, sin arte y hasta sin literatura. Sin embargo, nuestra vida es y habría sido muy diferente sin fuentes, sin baños, sin molinos o sin acequias que transporten el agua derivada desde los azudes o embalsada por las presas. Es un patrimonio del pueblo creado para mejorar su vida o simplemente para hacerla posible, para quitar el hambre y la sed o mejorar nuestra higiene y salud. Este grandioso legado se compone de construcciones útiles para todos. No fueron un privilegio para almas sensibles que tenían tiempo y dinero para disfrutar del arte en general, para solazarse en sus palacios, pasear por los jardines o rezar en catedrales, iglesias o monasterios. En pleno siglo XXI no debería ser ningún pecado haber sido útil saciando la sed, moliendo el grano o regando los campos, pero determinadas culturas ancladas aún en arcaicos conceptos patrimoniales, valoran más un mal templo que un excepcional molino. Muy pocas personas conocen el esfuerzo que hay detrás de cada obra hidráulica, lo fácil es el ornato. Decorar la piedra con bonitas figuras requiere de tiempo, paciencia y saber hacer, pero… cimentar un puente, una presa o un azud han sido trabajos que podían costar tanto como una catedral. Levantar un azud, abrir el canal y construir un molino donde aprovechar la energía, eran trabajos realmente caros y solamente al alcance de maestros tan especializados y a menudo mejor pagados que los mejores constructores de catedrales. Lo mismo podíamos decir de las fuentes, unas obras que destacan por el mayor o menor o meno ornato junto a sus caños, pero de las que pocos saben que por muy artística que fuera la fuente, lo caro y complicado era la captación y muy especialmente la conducción de las aguas hasta sus pilones. Y es que el patrimonio hidráulico sigue siendo un gran desconocido. ¿Sabían que por espectaculares que sean las figuras de Nazca en el desierto, aún más impresionantes son las galerías de captación y conducción de aguas que se encuentran bajo ellas? Tampoco suelen ser conocidas las grandes infraestructuras hidráulicas precolombinas, o que en en el camboyano Angkor Vatt, tan importante como sus templos son los canales o las inmensas presas o Baray de cuya existencia dependían. Tampoco suele saberse que en la India hay estanques de agua que rivalizan con los mejores templos, que las presas de los antiguos egipcios eran tan impresionantes como sus pirámides o que el Gran Canal de China con sus 1.700 Km de longitud es probablemente una obra más grandiosa y cara que su Gran Muralla. Lo peor es que conocemos las obras más espectaculares y llamativas, pero demasiado a menudo se nos escapan obras más modestas en su forma, pero igualmente importantes en su cometido. Así podemos hablar de las presas de avenida para arrastrar maderas por barrancos poco caudalosos del norte de España, de fábricas de piedras de afilar o de redondear canicas de mármol en centroeuropa, de acequias por imposibles laderas en la cabecera del Indo, o los profundos pozos de remoto origen con los que la etiope tribu Borana sacia la sed de sus ganados. Son lo que muchos llaman “patrimonio menor”, tan menor que una buena parte ha desaparecido sin que hayamos llegado a conocerlo. Pero aún no está todo perdido, solamente hace falta que vayamos poniendo caras y nombres a tan importantes monumentos al tesón humano y que no dejemos que la ausencia de unos méritos artísticos -que no necesitan- los releguen al olvido y faciliten su destrucción.
Editoriales -Anteriores: 1º Sobre mitos y realidades 2º Crisis del Agua 3º El Agua como Argumento Educativo 4º Reflexiones del Agua 5° Agua como derecho humano 6° Nuevo Consenso: por un mundo habitable para todos 7° Día Mundial del Patrimonio Hidráulico
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