EDITORIAL NR.2 | La Crisis del Agua |
La Crisis del Agua
De todos los recursos que ofrece la Naturaleza, el Agua es un recurso único, un factor que transversaliza la vida y las actividades del Hombre y que está permanentemente presente en la organización, el desarrollo y la evolución de las sociedades humanas. Todo aquello que el hombre produce, las ropas que viste, los alimentos que consume y en general, todos los ingenios humanos, sublimes o perversos, tienen un trasfondo de agua, un referente real o virtual del agua necesaria para materializarlos.
El agua es polifacética, recorre todos los estados de la materia y es, en cualquier momento, espejo, turbulencia, arroyo cantarino, torrente o inundación. Tan pronto acaricia como rocío de mayo como luego mueve la maquina poderosa que genera energía, es lluvia fecunda o cloaca y luego se disuelve en el aire para volver a la tierra en su ciclo interminable, despojándose de sus inmundicias, sus pasiones disueltas y sus naufragios. Así, el mundo del agua y de la vida asemeja una máquina perfecta en la cual tiempo, agua y materia se reciclan incesantemente para proveer a la vida, la vida en equilibrio que se ajusta al ciclo natural y vive en el.
En ese estado el agua es abundante, interminable, infinita. Pero en el fondo, en la realidad el equilibrio es precario y falsamente estable. Basta con incrementar el valor de una de las variables de la ecuación perfecta para que el agua infinita se convierta en recurso escaso. El agua sostenible es tan solo el espejismo de una demanda modesta frente a la abundancia aparente del recurso. Cualquiera que sea la pendiente del crecimiento de la demanda, bastara que esta sea positiva para que tarde o temprano alcance la horizontalidad de una oferta constante.
La administración virtuosa del agua, la verdadera gobernabilidad del recurso, no parece estar referida al ámbito hídrico sino a la administración armoniosa del desarrollo y el crecimiento de la sociedad humana en el marco de la oferta natural del recurso. Mas, ¿cómo lograr ese equilibrio virtuoso en una sociedad humana que no es más que una abstracción de realidades dispares, asimétricas y desiguales en las cuales unos consumen y otros proveen, en las cuales la distribución desigual del recurso, en tiempo y espacio, hace que unos sufran sed y otros derrochen el recurso? ¿Cómo decirle a más de la mitad de la población del mundo -varios miles de millones de humanos- que no pueden pretender comer, consumir y derrochar como la otra mitad, simplemente porque los recursos naturales son insuficientes y la capacidad de autorregulación del planeta ya ha sido sobrepasada?
¿Hay una crisis del agua? Si, la hay, mas no es del agua, paradójicamente la crisis del agua es la crisis de la sociedad humana, la crisis del absurdo y la irracionalidad, de los modelos voraces que ponen precio a la vida y que pretenden que es posible devorar insaciable e interminablemente agua, tierra, bosques y vida en nombre del progreso y el consumo.
En el panteón de la humanidad existen nuevos dioses ante los cuales el hombre se prosterna y ante los cuales sacrifica. Dos de ellos, la Ciencia y la Tecnología son objeto de particular adoración y se les asigna el poder de sanación de los males actuales del mundo, sin embargo su culto y veneración no parecen poder evitar las crisis del planeta. La aplicación de nuevas tecnologías y el aumento de la eficiencia de los sistemas de uso solo tienen el efecto de ralentizar la velocidad con la que se acerca la demanda creciente de agua a la disponibilidad constante del recurso. Ninguna nueva tecnología, divulgada o no, promete que el encuentro de ambas curvas pueda ser evitado.
Por otra parte ni la racionalización de los patrones de consumo de agua, ni el uso de artefactos sanitarios más eficientes, ni la eliminación de fugas en los sistemas urbanos pueden tener un efecto significativo frente a extracciones masivas de agua para industria y agricultura en un mundo necesitado de alimentos, que además empieza a buscar fuentes alternativas de energía en la biomasa. Medidas de esa naturaleza, a más de ser solo paliativos, tienen un efecto anestésico adverso frente a la realidad de la crisis.
Todo parece indicar que la única opción real de dar solución a la crisis del agua, a la de los recursos naturales, a la contaminación y a todas las crisis creadas y sufridas por los hombres es repensar nuestro papel de amos de la creación con derecho a consumir insaciablemente los recursos de la Tierra sin sufrir las consecuencias. Repensar todo eso y actuar con consecuencia, adoptar una aproximación más respetuosa a la naturaleza. El agua es vida y está presente en toda nuestra vida. Un cambio en nuestra aproximación al agua significa necesariamente un cambio de vida, una administración del recurso no eficiente sino virtuosa, un acercamiento no ávido sino respetuoso y la comprensión de que más que dos moléculas de hidrógeno y una de oxigeno el agua es una bendición.
Alberto Crespo Milliet
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